Miré atrás y en ti me vi atrapada,
los pasos pesando en el camino hacia adelante
y tu mirada clavada en mi espalda.
Agarré fuerte el suelo,
no querías escucharme y el adiós se hacía más grande,
me arrastraba a la desidia.
Tú, inmensa como la despedida.
Ni mil huracanes lograrán abatir
las alas de este destino.
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4 comentarios:
Así es, el destino no sucumbe, el es lo predeterminado.
Un Saludo.
Bienvenido Edu, al principio creí que eras mi hermano, que también se llama así.
Permíteme la falta, pero el destino es una mierda, al menos en este momento está jugando conmigo.
Normalmente nos da mil patadas antes de aclarar lo que realmente nos viene.
Entonces me siento pateada.
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